Tus ojos, mis manos, y otros desiertos.

—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".

#102

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___________________»Basta una palabra para convocar a todas las serpientes, para que se cubra el cielo de ese rojo de diástole, para que asciendan los alacranes por los tobillos de todos los inocentes. Una palabra y el filo acude a la muñeca, la telaraña a la memoria y el tímpano se resquebraja con el estruendo. Mueves los labios, y antes de que me alcance el sonido ya conozco la palabra. Explota en el aire en mil astillas de cristal. La onda expansiva asola la ciudad y difumina los contornos de las manos.
___________________»Sin embargo, una palabra es suficiente para evitar el salto, para contener la riada, para parar las embestidas, para cerrar el grifo y el trato, para encender la luz y detener la lluvia. No. Mejor aún: para que la lluvia cale la ropa y disuelva la escarcha de la piel y del paladar. Una palabra puede hinchar las velas y las venas, sudar y hacer sudar, partir y hacer partir en dos, saber y hacer saber. Una palabra es capaz de ser capaz de ser. De amanecer. Una palabra, en definitiva, puede sentarse contigo en una esquina a ayudarte a acabar de beberte esa palabra. Pero no para mucho más. Para congregar, en todo caso, a todos los lobos entorno a una sombra.

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Esta entrada fue publicada el junio 22, 2015 por en Lecciones de anatomía para suicidas inexpertos.
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