—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Para saber dónde estábamos
miraba las estrellas y el musgo
en la corteza de los árboles.
Para guiarse, anteponía
el imán de la brújula
y la humedad relativa del viento.
De joven, cerraba un ojo
y calculaba la proporción
con el extremo romo de un lápiz
—mordiendo su lengua, estirando
el brazo— para trasladarla al papel:
perspectiva manual y errónea
en la huella dactilar del pulgar,
escala aproximada y punto de fuga.
Luego, alguien venía a verificar
la similitud y la adaptación
del paisaje a la mano. Y viceversa.
A no ser que lloviera. A no ser
que todo estuviese ardiendo.
O que fuese una mañana de bruma.
Nadie puede cartografiar un líquido.
Ni el humo, ni la niebla.
Bueno, la niebla, sí.
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