—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
Me pides que escriba algo
sobre la incertidumbre…
Verás:
sabes que soy un tipo difícil de derribar.
Aunque sea por mi inercia, aunque sea por el temor
de no volver a alzarme.
Así que planto las botas, fuertes, contra el suelo
y resisto los embates de todos los temporales.
Esa es mi incertidumbre: que el solar que me sostiene
sea un barro inaprensible en el que mis pies se hundan,
y no haya punto de apoyo para ninguna palanca,
y yo no sea más ni soporte, ni islote, ni embarcadero.
Nunca tuve que ser ligero, no precisé ser liviano,
pero es que siempre hice pie en arenas movedizas.
Estoy bien, no te preocupes, mi tierra se mantiene firme.
Pero se le va filtrando el humor de la distancia,
la supuración del miedo, la humedad de las semanas.
Y se va amasando un limo que aún no me atenaza,
pero que invade en silencio las suelas y las paredes.
Por eso espero lo cierto: la lluvia, el viento, el trueno,
que disuelva, o cuartee, o borre, o sublime, o arramble
con el fango que coloniza los bordes de las certezas.
Esa lluvia de tenerte cerca, de tenerte pronto,
ese viento que arrastre mi palabra hasta tus oídos,
ese trueno de mis hijos haciéndome cada vez más viejo.
Y si nada de eso llega, y la incertidumbre se corona,
tragaré tierra y agua a partes iguales, en mi descenso,
hasta ser uno con el barro y uno con la incertidumbre.
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