—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
Me llamo David Yeste y nací en Terrassa (Barcelona) en 1969. Tengo una camiseta negra que así lo indica.
Soy un músico entregado con pasión a mis guitarras pero, como la voz no me acompaña, tuve que empezar a escribir para aprovechar ese canto en la voz de otro. No puedo evitarlo.
Me permito llamarme escritor porque me formé en humanidades en la Universitat Oberta de Catalunya, y en narrativa y novela en la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès, con Andreu Martín y Sebastià Alzamora, y porque hay algunos libros en la calle con mi nombre en la portada.
Hace tiempo leí que, un día, Tom Waits iba conduciendo por la autopista y le vino una melodía a la cabeza. Como no tenía cómo retenerla, se puso muy nervioso. Paró el coche (y el proceso creativo), miró al cielo y dijo, «disculpa: ¿no ves que estoy conduciendo?, si existes, hazte ver cuando pueda atenderte. Si no puedes esperar, vete a molestar a otro. Vete a molestar a Leonard Cohen, por ejemplo». Desde entonces llevo siempre conmigo una libreta y una pluma, o un boli, para que me pille preparado y no molestar a nadie. También algún libro.
Recibí varios premios de cuento y relato y fui galardonado con el X Premi Ferran Canyameres de Novel·la, con la obra Bots i Barrals (Baula, 2001), y el Ciutat d’Olot 2010 de Novela, con In nomine patria (La Galera, 2010). Colaboré en las antologías de narrativa Nómadas (Playa de Ákaba, 2013), Nueva Carta sobre el comercio de los libros (Playa de Ákaba, 2014) y El Salón Barney (2014). Soy un zurdo con suerte.
En 2014, publiqué mi primer poemario, La maniobra de Heimlich (Playa de Ákaba). Fui, asimismo, antólogo y coautor de la antología de poesía Generación Subway (Playa de Ákaba, 2014) y coautor de alguna otra edición posterior. En 2014 fui galardonado con el XV Premio de Poesía Ciudad de Sant Andreu de la Barca. En abril de 2016 apareció La despiada frontera entre el silencio y el latido (Piediciones), y conseguí el XXI Premi Miquel Martí i Pol de Poesia, con la obra 24 Vintervariationër, que fue publicada en noviembre de 2016. Asimismo, de ese año es también la publicación de No escribiré un bestiario, con Ediciones Liliputienses. En la primavera de 2018 publiqué el poemario Pintura roja y papel de fumar, con la editorial Inverso Ediciones. Acabo de publicar, en febrero de 2019, el poemario La Periferia del Gesto, con La Garúa.
Coordino y gestiono diversos talleres de lectura y escritura creativa en el entorno de las Bibliotecas Públicas. Toco en un grupo: Los Transeúntes, aunque mi padre dice que ya estamos mayores para seguir haciéndolo. Me hidrato con palabras y música.
Tengo y mantengo un blog poético: Tus ojos, mis manos y otros desiertos (http://www.davidyeste.com), en el que se pueden leer fragmentos de diversos poemarios “. ¿Ya dije que no puedo evitarlo?
Actualmente también estoy trabajando en un proyecto de fusión artística con el percusionista Pepe Ferrer, creando la BSO del poemario, aún inédito, “Lecciones de Anatomía para suicidas inexpertos”. Igualmente en preparación, un montaje poético-musical basado en diversos textos, acompañado por loops grabados en directo con resonadores y lap-steel-guitar. Explorar me parece altamente estimulante.
¿Por qué ahora? ¿Por qué esto? ¿Por qué aquí?
Llevo muchos años leyendo poesía. Llevo mucho tiempo escribiendo narrativa, pero sólo cerca de seis escribiendo, al menos, un poema al día. Hay días que dos, o tres… Más allá de la calidad de todos ellos, reconozco que es excesivo y peligroso. Pero es lo que hay. Desde que escribo poesía raramente he podido componer tres o cuatro relatos, y cualquier proyecto narrativo de entidad —varios hibernan en cajones— me produce vértigo y escalofríos. ¿por qué? Quiero creer que sea una necesidad parecida a la de respirar, o pararse a recobrar el aliento, pero queda demasiado poético para ser creíble.
El caso es que, después de este tiempo, de varias publicaciones y algún premio, reúno el material y me decido a difundirlo, en este momento en el que la poesía parece dividida entre el academicismo y el star system, entre los superventas y los círculos poéticos cada vez más refractarios a dejar de ser círculos y orientarse al origen primigenio de la propia poesía. Así, desde el respeto, opino que, por poner un ejemplo, de Marwan a Walt Whitman —igual que de Coelho a Kierkegaard, o de U2 a Miles Davis— hay un camino ancho y largo. De los clubs de jazz para cincuenta personas a los estadios deportivos para centenares de miles, hay todo un espectro que explorar. Hay que invitar a la poesía con locura y empeño, olvidarse del concepto de lector objetivo, conseguir que se acerquen más y más al texto, o a la fusión del texto con cualquier otra disciplina.
Me gusta pensar que mi poesía está en eso, en los círculos abiertos donde todos caben, sin que la academia gremial —la poesía únicamente para poetas y expertos— esté por encima del romance callejero y urbano, de la guitarra al hombro o la esquina de la barra del bar, pero donde también se va más allá de lo generacional, de la moda pasajera. Recibimos miles de inputs, a diario, atendiendo a lo emocional, a la experiencia sensorial como un valor tanto de la persona como del mercado, pero ¿por qué se queda la poesía fuera de eso? En la respuesta a esa pregunta es en la que llevo tiempo indagando y es lo que creo que puede extraerse, humildemente, de los poemas que os invito (con locura y empeño) a leer.
Un abrazo:
David Yeste.
Hasta la próxima.
Me gustaMe gusta