—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Se despertaron el día del fin del mundo y se dieron los buenos días, cada uno desde su lado de la cama. Tomaron, por turnos, una ducha y se vistieron con minuciosidad. Desayunaron algo ligero y equilibrado, en la mesa de la cocina, y conversaron sobre los planes del día, y los del futuro. Partieron, cada uno por su lado, a sus quehaceres laborales. El sol de la mañana los recibió en la calle, espléndido y luminoso, mientras se despedían, el uno del otro, con un leve beso de gesto mecánico. Tuvieron una jornada normal, con alguna anécdota que luego, de vuelta a casa, se relatarían mientras cenaban: la máquina del café estropeada, el flamante coche de un compañero de despacho… La noche del fin del mundo, después de pasar algo más de hora y media frente al televisor, fueron a dormir. Ella le propuso hacer el amor, pero él se negó, aduciendo que era tarde, y al día siguiente tendrían que madrugar para llegar a tiempo, como cada día, al fin del mundo.
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foto © Paul Schneggenburger
Pingback: amores cotidianos (149): rutina, desidia, espera | Fragments de vida
Y al día siguiente de la jornada del fin del mundo amaneció… https://fragmentsdevida.wordpress.com/2015/03/01/amores-cotidianos-149-rutina-desidia-espera/
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