—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Descarta las certidumbres
y prepara un lecho confortable
para las dudas y los abismos,
donde puedan dormir durante meses
los brevísimos instantes de luz,
la fugacidad que define y encierra
a la alegría, que amortaja
la materia de la que se fabrican
las sonrisas o los destellos.
¿Acaso tenga la luz otra tarea
más importante que iluminar
tu cuerpo desnudo?
Hago sitio
a esa estampa,
vaciando
mis estanterías
de honores
y de libros.
¿Acaso haya aterrizado,
en la historia del hombre, una mano
cómo mi mano en tu pecho?
No hay anclas, ni raíces,
ni fundamentos de hormigón
y acero retorcido: este edificio
se construye con la vela del párpado,
con la taquicardia del ave asustada,
con el vaivén de las caderas
huyendo de la probabilidad de la muerte.
Esta casa se reviste de la silueta desenfocada
de la sombra de un tren de cercanías
proyectada en los cañaverales
de un polígono industrial.
¿Acaso esa voracidad de mis labios
en tu carne no sea más que la promesa
de otro pan nuestro
de cada puñado de días?
Los nudos corredizos de la soga
solo son tropezones en la cuerda floja.
Temblar, tiritar, entornar los ojos,
un respirar entrecortado,
y la papiroflexia aleatoria de la ropa
perfectamente desordenada
en la geometría de las baldosas.
¿Acaso no es hoy, ahora, en este instante?
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