—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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A veces despertar es una telaraña
sin núcleo aparente, una soga
entorno al cuello de la cafetera.
Es una red de túneles y avenidas,
el sistema nervioso
de la ciudad que nos habla
desde la garganta del ventrílocuo.
Descubrir, ya sin asombro,
sin la urgencia del sueño,
la trama de hebras de mis propias manos,
casi transparentes, casi invencibles,
ver el tejido de sangre y de cañerías
que la luz del fluorescente
proyecta en el mármol de la cocina.
Luego la calle, el aparejo de asfalto,
el hormigón bruñido con vocación de espejo,
el acero con sus ínfulas de gargantilla,
nos sostendrá los zapatos y los neumáticos,
delimitando abismos y precipicios
de frenazos y cordones desatados.
A veces, despertar es saber
sobre lo imprescindible de la prolepsis,
sobre la aniquilación sistemática
de unas horas determinadas,
para que la araña pueda tejer su geometría
y se espese la espera y su urdimbre.
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