—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Silbo una melodía indeterminada
y me acompaño del ritmo
de mis pasos
pisando insectos de cemento,
tropezando en redobles
imposibles de cordones mal atados.
Doblo esquinas alternativas
—ora izquierda, ora derecha—
trazando una diagonal extraña,
quebrada de ataque de tos,
de apoplejía
urbana y contagiosa.
Es la madrugada, que parece
haberse disgustado
con su propia camisa. Es el odio
congénito contra aquel
que decidió que las luces
de las calles
ahora serían amarillas.
Bostezo en los escaparates,
reniego en los semáforos,
aparto la mirada de la línea
de día que se amontona
en el borde afilado
de los edificios, y en las espinas
de las grúas de las obras.
Todo eso,
mientras no voy
a ningún lugar.
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