Tus ojos, mis manos, y otros desiertos.
—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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ES POSIBLE que a las horas les dé igual
si comparece, o no, la lluvia,
o si el morse complejo de las ventanas
oculta los versos más certeros.
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Seguramente les importa poco
si las aceras siguen infestadas
de cocodrilos o de culebras,
o si las alcantarillas entonan himnos
con sus bocas negras y húmedas.
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Las horas van a lo suyo,
mientras los transeúntes se apuntan
a la sien con un arma imaginaria
cargada de prisa y de dudas de fogueo.
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No les importan los túneles,
a las horas, ni las señales luminosas.
No se fijan en las venas estallando
ni en las papeleras que rebosan,
ni siquiera en la cenefa de vaho
que ahora se anuda en mi garganta.
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Las horas sólo responden
al latido quejumbroso del tiempo,
al descuento de la herida en la corteza,
y al rato que falta para verte.
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Tus ojos, mis manos, y otros desiertos. 