—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Firmamos ese contrato con la felicidad
—eso nos ha explicado—
de blanco, de rojo y de dorado.
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Los niños cantan: unos niños
que tienen muy pocas probabilidades
de morir bajo un bombardeo
de proyectiles
que yo mismo estoy sufragando.
con mis impuestos. Y tú
con los tuyos. Ni de quemar su niñez
maquilando o vendiendo su carne.
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Unos niños, al fin y al cabo.
Los míos. O los tuyos. O los de esos
que atraviesan las líneas que pintamos
en el suelo con muros y alambradas.
Cantando, y esbozando ese gesto
que se parece tanto a la felicidad.
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Mientras, en algún lugar,
alguien sigue ensayando el gesto
de dejar caer un racimo de muerte
sobre una ciudad remota
-vete tú a saber qué causa estratégica—.
Y yo bebo y pienso
que mis hijos cantan y sonríen,
y que te echo de menos.
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