—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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¿Cómo se coloniza
una habitación de hospital?
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Uno se apropia de la hostilidad,
uno toma posesión de los ecos pasados
del dolor y del miedo. Uno toma
conciencia de los ecos futuros.
Uno civiliza la espera y la duermevela.
Uno alimenta la esperanza
conquistando los aledaños, sonriendo
al espejo de los ascensores, amaestrando
el brillo de la camilla, el asfalto
de la entrada, las puertas automáticas,
el ruido blando de los zapatos
de las enfermeras. Uno alza un refugio
tejido con las miradas huidizas
de otros acompañantes. Uno
monta una guardia feroz, patrullando
desde el pasillo hasta la sábana.
Uno calcula el tiempo en el metrónomo
del gotero. Uno lima las aristas
del quejido poniendo cara de tonto.
Uno baila sin saber. Uno habla sin saber.
Uno quiere escribir y no puede,
mientras ya sabe esa patria como suya,
reconociendo su ancla y su impedimenta
repartida por la sala. Uno duerme
abrazado a una culpa por dormirse, uno
despierta con el susto en las ojeras.
Uno quiere salir de allí con la certeza
de seguir sin ser uno para siempre.
Uno sale. Dos salen. Y no ha sido nada.
La hiedra se adueña del suelo,
de las paredes, de la ventana del cuarto.
Se desvanece cualquier rastro
de humanidad, se puebla ese espacio
de criaturas ignotas, aguardando
el advenimiento del próximo aquejado.
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