Tus ojos, mis manos, y otros desiertos.

—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".

escena XL

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No existe otra génesis
que el momento en que decides
romper la carne de la madre
y salir a habitar la luz.
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No existe otra cosmogonía
que abrir, entre llantos, los ojos,
inaugurando un universo
completo y perecedero.
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No hay otra apocalipsis
que el músculo que se detiene,
que el aire que no transita,
que la herida que no sangra.
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No hay más escatología
que el latido que desiste
de su empeño de metrónomo,
que la noche que no amanece.
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Y en ese intervalo:
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la historia universal del hombre
que deja su huella en la nieve,
la brisa que corre, leve,
en las arrugas de un cerebro,
las palabras como manos
desprendiéndose de los árboles,
los abrazos intermitentes
en los cuerpos esquivos,
la voz callada del bosque
enredada en las muñecas,
el hambre, la sed, la ira,
la incertidumbre de la semilla,
las mareas que no ahogan,
las orillas que asesinan,
la tarde que se extingue
tras los valles que no viste,
los vagones, los andenes,
la espera, la duermevela,
la distancia, la niebla, el ruido,
la piel que se eriza a ratos,
la lluvia, la bruma, el faro,
los horarios de visita
de hospitales y desiertos.
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No existe otro universo.
_

esce40

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Esta entrada fue publicada el agosto 12, 2020 por en Uncategorized.
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