—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
Leo alarmado -justo después de ser avisado de que “no cuente”- que mañana, Sábado 19, nuestro cielo será cruzado por la luna llena más grande y brillante de los últimos 18 años. Es decir: la distancia entre la tierra y la luna será la menor desde marzo de 1993. La explicación de la variación del tamaño del astro de los enamorados, o de los soñadores, cabe buscarlo en la forma elíptica de su órbita: esta elipse tiene un perigeo, unos 50.000 kilómetros más cerca que su apogeo.
Esta forma elíptica, diría, es idéntica a la de las relaciones personales, donde el apogeo y el perigeo se suceden en cercanía o lejanía a los eclipses de tí, los menguantes, crecientes, los plenilúneos, novilúneos, y los lunares constelados de tu espalda.
Conviene señalar que la cercanía del satélite extremará las mareas, y que los niveles entre bajamar y pleamar no tendrán parangón. Así, habrá lugares donde se tomen precauciones para las mareas altas, y se gozará en otros con bajamares, hoyando playa nunca antes pisada.
Uno, que otrora se vanagloriase de ser el hombre que controlaba las mareas, teme que la luna, un triste y desierto trozo de piedra, al fin y al cabo, pretenda este acercamiento sibilino y selenita para que mi bajamar y tu pleamar se distancien tanto que acabemos, incomunicados, yo en la cara oculta de la luna, tú en el fulgor de la cola de un cometa.
Buscaré un sitio bien oscuro, sin contaminación lumínica, para maldecirla a gritos.