—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
Cuenta una antigua leyenda que el Emperador de Occidente, siendo ya anciano, se enamoró de una joven muchacha teutona. Tal era su fervor y su pasión, que a menudo olvidaba su dignidad real, desatendía sus imperiales asuntos, causando gran preocupación en la corte.
Desgraciadamente, cuentan, la bella doncella murió al poco tiempo, pero no murió con ella el amor que Carolus le profesaba, y pasando por encima de los aliviados suspiros de nobles y cortesanos, el emperador hizo llevar a sus aposentos el cadáver embalsamado de su amada, del cual se negaba a separarse. El famoso obispo Turpín (con la iglesia hemos topado), confesor de Carlomagno, sospecho alguna suerte de arte oscura, de encantamiento, y se aprestó a examinar el cuerpo inerte de la joven. Estaba en lo cierto: bajo la lengua de la muerta halló un anillo rematado con una piedra preciosa.
En efecto, tan pronto como el obispo tuvo en su poder la joya, el emperador mandó inhumar a su amada, y volcó su atención -no faltó quien dijera que también su amor- en la persona de Turpín, causando una embarazosa situación. El obispo reaccionó presto, arrojando el anillo maldito al lago Constanza.
Evidentemente, el emperador se enamoró del lago, si es que tal cosa es posible. Pero, cuenta la leyenda que ya nunca, en los años que le quedaban de vida, se alejó de su orilla.
Yo, hoy, por osado que parezca, vengo a contaros que el anillo existe. No. Nunca lo vi, pero debe ser cierta su existencia, y lo tiene ella. Sólo así es posible la imposibilidad de mi alejamiento, por más que empeñe toda mi voluntad en ello… Es más, me temo que la maldición permanecerá aunque se deshaga del anillo en cualquier rincón.
Andaba buscando está hermosa leyenda de la que me habló un día, Châteaubriand en sus «Memorias de ultratumba.» Y a la que has sabido dar un final exquisito. Me parece que existe más de un anillo con esa cualidad. Gracias por el buen rato
Me gustaMe gusta
Gracias a ti por leer, Miguel Ángel.
Me gustaMe gusta