—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
No dejo descansar al viejo Hank ni después de muerto. El caso es que después de exprimir hasta la extenuación el limón de Charles Bukowski -sus más de treinta poemarios han sido inventados y reinventados por Black Sparrow Press, y ahora dosificados con cuentagotas, en español, por Visor de poesía-, el fantasma del viejo borracho sigue sobrevolándonos cuando vemos su nombre aguantando estanterías en las librerias, esos antros de vicio y corrupción. El caso es que ayer, paseando bajo la lluvia por calles infernales -que son infernales por la ausencia cómo otrora fueran terrenal paraiso por su sombra a mi lado o por su cabeza en mi hombro-, di con dos nuevos:
Una recomposición de su famoso El amor es un perro del infierno -voy a suscribir eso hoy a pies juntillas- dónde Visor (2010) recopila la obra poética desde 1974 hasta 1977. Nada os voy a decir de los poemas de Charles, si los habéis leído, ya sabéis de qué hablo… si no, no seré yo quien os avise del puñetazo en el ojo que os caerá a cada página.
El segundo, nos indica el prologuista y traductor Eduardo Iriarte, debe ser fruto de la sutil y planificada entrega que Linda Lee -última esposa, por tanto: viuda, de Bukowski, y excelente administradora del imperio Chinaski- hace de manuscritos sucíntamente inéditos del maldito poeta maldito. Con La gente parece flores al fin, cómo título, es es ya -oh Linda, te gusta tanto el whisky cómo los dólares- el quinto volumen póstumo de nuestro mal enterrado poeta. Y es más. Y es bueno: tan bueno como siempre, con lo que ya no estoy seguro de si odio a Linda, o me cae bien… Él, casi seguro, le diría que dejase la botella cerca antes de vestirse… E irse.
Yö, casi, ya no sé que decir(te), o no sé si debo decir(te)…