—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Por muy escarmentado que uno se reconozca
siempre hay ese instante de duda, de desconcierto,
cuando aparecen las primeras señales
de la trampa.
El pulso se acelera, las pupilas se dilatan,
cuando el pie se adelanta para activar
el mecanismo.
A sabiendas del cepo, del trampantojo.
Consciente del dolor agudo del alambre de espino,
del lazo que se estrecha.
Aún avisado de esa maldita atracción impúdica, ilógica,
por las cosas que nos dañan. Por esa mirada
que ya no te mira, pero que buscas, por si acaso,
un instante, se vuelve, y te ilumina.
O eso crees.
Nada se puede contra eso.
Acaso ese lúcido ofrecer el cuello al colmillo,
el hueso al grillete, el tendón al nudo.
Acaso ese apretar los dientes en rictus forzado
que pueda interpretarse como una sonrisa.
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