—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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La ciudad sigue intacta, acaso más desierta,
acaso más iluminada por los esforzados rayos
de la primavera.
Adquiere el gris de las aceras vespertinas
un tono cálido que averguenza apenas
al plomo cerúleo del cemento,
a la sólida saliva del asfalto.
Las sombras consiguen alargarse tanto
—antes de que el ocaso las difumine en noche—
que parecen estirarse kilómetros y minutos
delante de mis zapatos.
Mientras, paseo calle abajo,
intentando adivinar la hora en el ángulo
de los árboles que resucitan,
aventurando una presunta cuenta atrás.
Esperando a que suene
—en la puerta, o en mi cabeza—
el timbre
o la campana del próximo asalto.
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