—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Nunca fui demasiado creible en mis caídas.
A pesar del estruendo, casi todos creyeron
que se trataba de un aterrizaje voluntario,
aún forzoso ¿cómo iba alguien
a derribar una montaña?
Poco verosímiles resultaban mis naufragios,
porqué nunca grité pidiendo ayuda, no hice
señales con espejos, anduve
corto de reflejos, preferí
mirar el suelo submarino dónde mis pies
se hundían blandos y confortables,
antes que buscar las luces
de la superfície translúcida,
desde abajo, de la piel del mar.
Me atribuyeron un equilibrio
y una fortaleza de dudosa certeza,
pero mi blindaje —centenares de capas
de cenizas y de alientos— se perforaba
con la uña, el gemido, o el silencio
adecuado.
Así que, si me ves vencido en la zozobra,
aléjate del epicentro, o del alcance
de mi mano izquierda. Aunque sea un instante.
Por el puño. Por la caricia.
Por el garfio de mis dedos
que te impida marcharte. Por el gesto
de sostener un lápiz o un acorde.
Por el terremoto y por la onda
expansiva.
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