—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Tiene el héroe el defecto
de ser previsible: cabalga
desde su honor, su razón
—o cualquier cosa semejante—
blandiendo verdades, enfrentando
dragones y monstruos, ganando,
al fin, el favor pasajero de la mayoría.
Quiere pelear. No le importa perder.
El villano sabe, en cambio,
que plantará su sandalia
en el cuello del héroe
si es inesperado, cruel. Si reserva
sus escrúpulos para
una digestión más tardía
tendrá la bendición
de la minoría necesaria. La adecuada.
Incluso plantará
sus propios héroes en el jardín
de los justos.
No hay héroe en mí, ni villano.
O los dos son en mí, y en ese tipo
que me adelanta con un coche mejor,
una sonrisa más limpia, un licor
más caro, y un lugar preciso
dónde caerse muerto.
Le sonrío —mi héroe le sonríe,
o mi villano— y levanto mi vaso.
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