—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Prueba esto.
Cierra los ojos. Siéntate
con la espalda recta. Separa
un poco las piernas, y alza
tu mano izquierda,
como sosteniendo algo,
con los dedos extendidos
y el pulgar hacia a ti
Con el brazo derecho
abraza un cuerpo imaginario,
como cogiendo por la cintura
a ya sabes quien, de manera
que la palma quede un palmo
por delante de tu ombligo.
No es necesario
ser demasiado preciso.
Siéntete ahora pulsando
seis supuestas cuerdas vocales.
Y ya está. Ya tienes
tu guitarra de piel de aire
y costillas de mentira.
Estás tocando una guitarra
que no está, pero está
sonando en su inexistencia.
Está en ese querer estar
de los acordes y las melodías
que rebotan desde el hueco
de tu pecho hasta el fantasma
del instrumento.
Aunque nunca hayas tocado una,
lo creas o no,
de una manera muy pareja
se construyen los recuerdos.
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