Tus ojos, mis manos, y otros desiertos.

—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".


 

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NO ME LLEVÓ nunca el hombre del saco,
ni llegué nunca a discutir con mis hermanos.
Tampoco me escapé con la chica
que vendía las fichas de los autos de choque.

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Me desorienté, eso sí, en casi tantas
cinturas como guitarras. Tuve algunas peleas,
muchos bares y bastantes conciertos.
Claro: hice cosas que no debía haber hecho.

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Fui un tipo bastante fácil de dejar,
pero siempre me costó horrores dejar a alguien.
Lo vi, casi todo, desde arriba. Me salvaron
los libros y el orden de mausoleo de la biblioteca.

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O eso creo. Dije mucho e hice poco, y aún
tengo la esperanza de invertir esa operación.
No estuve siempre donde se me esperaba
y estuve de más, en ocasiones. Me salieron

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dos coches tan malos como las tarjetas de crédito
y dos hijos tan buenos como lo yo fui cuando fui hijo.
No. Más. Ellos son más buenos. Ellos me salvaron
más que los libros y las guitarras, más que los poemas.

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Y todo eso pasó ante mis ojos, está pasando,
casi sin darme cuenta de todo lo que aprendía.
Por eso no quiero perderme nada de lo que quede.
Solo perderme. Y aprender a perderme.

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Y encontrarte. Y lo que quede. Mientras quede.

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Esta entrada fue publicada el septiembre 24, 2016 por en Uncategorized.
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