—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
Leer una palabra sin que el sonido
reverbere en la consciencia.
Silenciarla mientras se lee.
Leerla sin la intención de pronunciarla,
de tornarla sonido, aire o vibración.
Desertar de la intención, del dolo de la voz,
plantar la palabra desierta y huera, presente
sólo a los ojos o a las yemas de los dedos.
Germinar palabra sin frutos, sin promesa
de una nueva semilla. Preguntar a la palabra
por la voluntad de tu pupila, por la corriente
eléctrica de tu neurona, por la sed
salina y acuosa de tu párpado.
Escribir la palabra muda capaz del grito,
idónea al hambre, competente para erizar
la piel gastada del deseo. Dibujar
esa palabra callada como huellas en la arena
de una playa blanca y tornadiza,
para que se borre, para que se olvide,
para que la palabra no para ni recuerdo
ni potencia, para que no se impriman
palabras impresas que la voz pronuncie.