—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Detrás de la puerta, el músico rebelde
le pone melodía al himno que compuso
el poeta maldito un martes de resaca.
Servirá como marcha militar rimbombante
y triunfal. Resonará en los tímpanos
de los vencidos.
En la planta de arriba, el cirujano
sutura una amputación producida
por un artefacto explosivo
patentado por el ingeniero que duerme
en la litera contigua,
disfrazado de Oppenheimer disfrazado
de Einstein.
Justo al lado, el gran profesor
—tiene el televisor a todo volumen—
adoctrina a todas las mentes al alcance
de su radiación. Excepto la del filósofo,
que en ese momento se masturba en el baño
escuchando a Coltrane.
Mientras, en la calle,
el panadero y el labriego fuman
en silencio, con las espaldas recostadas
contra la cal de la fachada. La misma cal
de las tripas de los muertos.
Saludan con gravedad protocolaria
cuando entra o sale alguien
del edificio.
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©Amanda Marie Ellison