—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Escribir sobre el daño, y no sobre el dolor,
escribir sobre el daño entendido
como las ruinas del edificio después
de la hecatombe del dolor. Escribir, pues,
sobre el daño que ya no duele, que es dolido
en un tiempo lejano o inmediato, que es daño
doliente pero no doloroso, que solo atañe
al tacto y a los ojos vueltos hacia dentro.
Escribir el daño que se abrocha
a la memoria como un cuero viejo y descolorido.
Escribir para medir el daño, para establecer
la escala, para calcular el esfuerzo
necesario en la reconstrucción.
Escribir el daño como un hijo que crece,
que curiosea y pregunta por el dolor
y por la causa. Escribirlo como un depredador
que caza sin remordimiento y sin prisa.
O no hacer nada de eso y sentarse en el daño
como quien se sienta en un banco del parque,
como quien lee con la yema de los dedos
un braille escrito de cenizas y cicatrices.
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