—«Hace más de trescientos poemas que no escribo la palabra horizonte. Por algo serás». 'Será', en "Pintura roja y papel de fumar".
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Suspendamos el tiempo
en el instante preciso
en el que cruje la capa de hielo
bajo nuestros pies.
Aunque solo sea para darnos cuenta
de que acelerar el tranco
nos permitirá llegar a la orilla.
Congelemos la caída de la nieve,
en el aire, antes de que se posen
los copos en el suelo.
Corramos sorteándolos, busquemos
nuestro reflejo en esos cristales.
Se entrenará así nuestra cintura
para mejores ocasiones.
No hablo de urgir la prisa,
ni de acelerar el gesto.
Mucho menos de la vorágine
densa y pegajosa de la pena
voluntaria y vírica
que contagia la ausencia,
que transmite la distancia.
Me refiero, únicamente,
a la solidificación del instante
en qué el pie avanza al precipicio,
la bala a la sien, la cuchilla a la vena,
el veneno al torrente, el faro del tren
al párpado que se cierra…
… O mi mano al botón de tu blusa.
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